La di de alta en el registro. Leí con atención cuando anunciaron las fechas y el orden con el que debía asistir. Revisé mi agenda, sí te voy a acompañar, le confirmé. Le envié la lista de documentos que debía llevar y las recomendaciones, como llevar ropa cómoda e hidratarse previamente.
El día llegó para la letra S. Desayunamos y nos arreglamos. Qué bonita blusa, ¿es nueva?, le pregunté. Era azul con motivos florales blanco. Sí, apenas me la compré. Su brazo estaba descubierto casi hasta el hombro. Así ya estoy lista y no tengo que subirme las mangas.
Me prestó una bolsa verde de tela para guardar mi tableta y poder adelantar la lectura de la clase mientras la esperaba. Guardé mi cartera y el paraguas para taparme del sol. ¿Llevas todos tus papeles?, le pregunté cuando vi que tomó un folder verde de Bellota. Me dijo que sí mientras los guardaba en una bolsa. Si quieres los guardo en esta mejor. Nos pusimos doble cubrebocas y salimos.
En el camino, vimos a una pareja de viejitos que llevaba dos botellas de agua. Yo creo ellos vienen de regreso. Me dijo que mejor cruzáramos por el puente del Metrobús y no por el del Metro. Prefiero el del Metro, pero no dije nada. Era su día y no tenía sentido contradecirla. El puente es nuevo, se siente más firme. Ya no es de juguete, no se mueve. Cuando recién inauguraron la línea 1 del Metrobús, las autoridades dijeron que esos puentes serían provisionales y que en unos meses los cambiarían.
Vimos los árboles recién plantados, pero sin regar. Otros árboles podados, pero el pasto amarillo. El camino estaba limpio, aunque todavía hace falta que las áreas sean verdes. Un camión se paró cuando vio que queríamos cruzar la lateral de Insurgentes, pero el coche que venía en el carril de al lado no tenía la intención, hasta que ella le levantó la mano para que se detuviera.
Llegamos a la puerta de la prepa y le di su folder. Qué te vaya bien. Sé que se las puede arreglar sola, pero esperé hasta que la vi entrar, pasó los primeros controles y la perdí de vista. Un servidor me dijo que iban a salir por Ricarte, que está a la vuelta. No se preocupe, es la única salida y todos van a salir por ahí, me dijo en un tono tranquilizador.
Busqué un lugar para sentarme. Encontré un pedazo de banqueta bajo una jacaranda y sin tanta gente alrededor. Pude leer unas páginas con la música chillante del organillero de fondo. Recibí un mensaje: Ya me la pusieron, ahora estoy esperando. Me dio mucha alegría. Hice cálculos de la media hora de espera y, cuando se acercaron los 30 minutos, me acerqué a la salida. La reconocí apenas se asomó a la puerta. Esa blusa nueva la delató. Abrí el paraguas y la esperé en la esquina.
Me fue bien, se pasan de amables. Es un comentario tan ella. Le dije que le guardaba su folder y el lunch que le habían dado. Pero pesa, me dijo. No importa, le contesté.
De regreso me platicó que les dijeron que tal vez ese día se podían sentir cansados o tener dolor de cabeza, que descansaran y se consintieran. Tenía planeado regresar ese mismo día a mi departamento, pero decidí quedarme un día más por si necesitaba que le sirviera un vaso de agua para tomarse un paracetamol.
Después de que la vacunaron, me quedé con mi mamá y vimos Mean Girls.