Llevo casi un mes corriendo. Solo 20 minutos. Los primeros días me decía termina esta vuelta y no vuelves a correr en tu vida. Ahora ya empiezo a sentir la emoción de terminar la meta. Hace unos años que corrí durante unos meses, sudaba y terminaba roja, rojísima de la cara. No pude regresar el buenos días de una señora. Ahora sí puedo decir hola cuando alguien me saluda.
En las vacaciones texanas me compré unos tenis específicamente para correr. Medio número más grandes. Una mañana, después de una noche lluviosa, pisé lodo. No lo vi, sentí el resbalón, pero mantuve el equilibrio. Pensé ahora sí ya los estrené, después de haber visto la línea de tierra que quedó arriba de la suela.
El sábado, horas después de que llegué a Morelos, planeamos el resto del día y lo que haríamos el domingo. Los días en ese estado duran más de 24 horas. Socia Creativa me platicó sobre una zona arqueológica. Según Google Maps queda a 40 minutos de Cocoyoc. Pues vayamos.
El plan original era subir el cerro de Tlayacapan, pero debido a las lluvias y el temblor, lo cancelaron. Como ya no subiríamos, no empaqué mis Martens y solo llevé mis tenis de correr.
En el camino hacia Chalcatzingo vimos montañas y nubes. Todo verde por las recientes lluvias. Los puestos a un lado de la carretera: sillas Acapulco, rico pistache y 4 bonsais por 100.
Llegamos al poblado y lo atravesamos. En las esquinas alrededor del diminuto zócalo están los letreros hacia la zona arqueológica. En un momento nos invadió una manada de chivas u ovejas, con dos perros. Nos pasaron de largo y no escondimos nuestra chilanguez: grabamos el suceso.
Nos registramos en la zona arqueológica y empezamos el recorrido. Ciertas partes estaban mojadas, se escuchaban los caminos de agua que caen por la montaña. En general el recorrido fue fácil, aunque sí sufrí en dos o tres secciones, que incluso me senté para bajar. El agua terminó de estrenar mis tenis de correr.
En el primer bajorrelieve, La fertilidad, una señora nos platicó que tiene como 25 años que el INAH techó los bajorrelieves. Antes estaban así, expuestos, toda el agua les caía, y las piedras de las pirámides estaban regadas. Vimos la bolsa del SNTE de la señora. Sentimos su profesión.
Al bajar la montaña nos limpiamos el sudor y tomamos agua. Platicamos de todo lo que nos hace falta comprar para seguir subiendo cerros; entre eso, a mí todavía me faltan mis botas.