Aunque es una forma de cafeína, los últimos domingos he bebido tés Earl Grey y chai, con poca leche. A veces jugo de naranja, mucho. Porque los domingos no se toma café, me dijo, y decidí seguir el consejo.
Los domingos trato de visitar a mi mamá. Desayunar hot cakes y ver el americano. Platicarle el chisme de la academia. Ver las plantas. Esperar a mis sobrinas. Acariciar a los perros. Últimamente he empezado a sentir que vivo lejos o tal vez es la sensación de tener que transbordar en Hidalgo.
O aquel domingo casi perfecto con En. De teatro y pizza. El cielo azulísimo. Qué mierda estar en un velorio en un día tan bonito como hoy. Desde nuestra mesa se veían los familiares vestidos de negro parados en la terraza de la funeraria. Hablamos de sus nuevos lentes. Le presté mis anteojos, wow, veo la osa mayor.
Fuimos por una paleta de hielo. En el camino me acompañó al cajero, vamos a quitarle unos pelos a esa beca. Me detienes mi chamarra, le pedí antes de entrar. ¿De quién es el pin?. Adivina, le dije mientras tecleaba en el cajero. Aaahh, de Radiohead. No había nadie y nos gritamos a través de los vidrios de la sucursal.
De camino a su depa, pasamos frente a una librería y otras curiosidades: libros viejos, ediciones raras de Rosario Castellanos y Kant, pósters psicodélicos. Estuvimos parados frente a la vitrina por un tiempo.
En la esquina había un negocio de computadoras con una caricatura de Zuckerberg pintada en una de las paredes. Estaba medio deforme, medio chistosa. Es como la cara deforme de tu figura de San Judas y se río. Me gusta escucharlo reír.
Platicamos en su depa. Sacó la basura y nos tomamos una chela entre los dos. Cada quien se pudo haber tomado una, pero pensé que no habría tiempo. Le platiqué de las escuelas católicas a las que fui. Casi nunca hablo de eso. Ni de la universidad privada en la que estudié. Aproveché para acariciar a los perritos. La primera vez R. me huyó y ladró. Ahora deja que lo acaricie mientras está sentado en mis piernas y Ch. me sigue acompañando al baño. Quería quedarme, pero no pude decirlo y él tenía que partir hacia la Obrera. Un domingo casi perfecto.
Tenía mucho que no pasaba un domingo sola. Tranquilo, apenas se escucha un ruido en el edificio. Descansé y leí. Vi una peli. Escribí. Salí por un pan dulce. Y no tomé café.