5/52: Me confundieron con una abogada

Laura
3 min readFeb 19, 2024

Qué bueno que llegué con tiempo porque me perdí un poco entre los pasillos, jardines y estacionamientos de Tlatelolco. Debido a los grandes edificios, mi ruta de Google no se actualizó por unos minutos y me desorienté. Vi Eje Central a través de unos locales, no me había alejado tanto como pensaba.

Desde CCUT.

Esperé un momento afuera. Me comí un dulce para la garganta y me pinté de nuevo los labios. La entrada tiene andamios, tantos que forman un túnel. Pensé en la posibilidad de estar en el piso 11 de un edificio viejo durante un temblor. Me identifiqué en la recepción y me tardé en llenar todos los campos del registro. Bajó el operador de los elevadores, con el cabello despeinado y grasiento, tal vez también es el velador del piso. “¿Usted es la abogada de la facultad?”. No supe si sentirme ofendida. Imagínense si hubiera sido abogada como mis hermanos. Llevaba mi blusa blanca y mi saco negro largo (a veces me siento una maga con él), me encanta ese look. Después me di cuenta que, en comparación, era la más arreglada. Entonces ya no me sentí ofendida.

Llegamos al piso y me pidieron otra credencial. A los abogados les pidieron su cédula. La que sí era abogada de la facultad se presentó y me explicó el motivo por el cual me citaron. Acepté los términos de mi visita. Se refería a mí como maestra, qué forma de estrenar mi título. Le pregunté sobre la duración de la audiencia. Como siempre, necesito una marca de tiempo para prepararme, saber qué tanto me puedo extender en el tiempo, reacciono mejor cuando sé si el fin o no fin está próximo o no.

Además de decirme maestra, me hablaba de usted. Le dije que me hablara de tú, pero fue inútil. Apenas presenté mi examen y todavía no me acostumbro. Me felicitó (más felicitaciones) y me dijo: “disfrútelo mucho”. Me indicó dónde estaba su oficina en la facultad y me reiteró que cualquier duda la puedo contactar.

De regreso en la metrobusa un viejo me manoseó la espalda. Lo confronté, me dijo boba y le dije pendejo. Hice como que le iba a pegar y se echó para atrás hasta chocar con la puerta. Me imaginé pegándole y, entonces, la policía llevándome a mí (porque ellos no me cuidan, me cuidan mis amigas). Levanté el codo y me acerqué más, vi su mirada perdida y me detuve, ¿para qué seguir? Nadie intervino. Luego tienes que poner una queja formal y someterte a un proceso en el cual tienes que repetir la historia para que, finalmente, lo sancionen mínimamente y, después, él tenga derecho de apelación. Le dije que se muriera, se abrieron las puertas y se bajó escondido en su gorra. Ellos tienen abogados, se aprovechan del amor de sus mamás y disfrutan del silencio cómplice.

5 de 2023: No sentí nada.

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