7/52: Ver el futuro

Laura
2 min readMar 2, 2021

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Una noche en el mirador en San Miguel de Allende, ya de regreso al hotel, admiramos las luces sobre la ciudad que, en ese entonces, todavía era un lugar acogedor. No usaba lentes y le pedí prestado los suyos a papá. Tenía esa edad en la que creer que verías como a través de un microscopio era posible. Solo vi la distorsión de los puntos de las luces, ahora como rayas. Veo el futuro.

En los últimos años de la primaria me diagnosticaron miopía. La herencia inevitable. Entonces no tenía que usar las gafas todo el tiempo pero, conforme avanzaron los años, la vida sin los cristales fue imposible. En la preparatoria y universidad, la vanidad me alcanzó. Usé lentes de contacto y me pasó de todo: rompí incontables pares, perdí otros cuantos y, una vez, no sé cómo, pero me puse los dos en el mismo ojo. Me levantaba muy temprano para llegar a clase.

Cuando llegó el astigmatismo y las horas en una oficina, regresé a los anteojos. Lo bueno que para entonces ya era cool y la variedad de armazones había crecido considerablemente. Al mismo tiempo, cambié las ópticas por los hospitales oftalmológicos. It was the only way.

Mi ceguera ha seguido aumentando. Cuando me realizo el examen, cada dos años aproximadamente, el oftalmólogo en turno me pregunta: ¿no has pensado en operarte? Claro que lo he pensado, pero me da miedo. Lo más cercano que he estado fue cuando me anoté para los exámenes previos, los cuales nunca pagué y, por lo tanto, no completé mi registro a la operación.

Recuerdo una vez que platiqué con el oftalmólogo de la universidad. Como estudiante, tengo derecho a consultas gratuitas en los servicios médicos de ahí.

  • Deberías operarte.
  • Pero, me han dicho que la miopía regresa con los años. Dije en un afán por esquivar la operación.
  • Sí, regresa, pero como a los 5 años y de forma paulatina. Imagínate, tendrías mínimo 5 años de ver sin anteojos y qué vas de tener tu graduación a una de punto y algo.

No dije más y la idea de la operación me ha rondado desde entonces. Pero necesito que alguien me dé la mano.

Hace poco le platicaba al norteño de mi ceguera. “Pero, ¿cómo que no ves?”. La dicha de quien nunca ha usado lentes. Después de las 6pm ya no soy una persona confiable. No veo letreros con claridad y tengo que esperar unos segundos para calcular la distancia de los coches. “Ah, entonces por eso te gusté”, me dijo.

Decía que en marzo iría al hospital para mi nueva graduación. Y pues ya es marzo, llegó antes de lo que pensaba.

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Laura
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