10/52: Bichotas de la ciencia

Laura
3 min readMar 14, 2022

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Rina, la filósofa de la ciencia

Quiero ir, pero mi responsabilidad me hace dudar, me escribió AlC. También quiero ir, pero ando igual que tú. La tesis nos llama. Bia ya me había dicho que ella iría con la marea y que nos podíamos unir. Decidimos ir.

Nos pareció importante asistir como filósofas de la ciencia. Aunque no hay cifras oficiales (probablemente porque no lo identifican como un problema), pero la filosofía tiene una matrícula muy similar a las carreras STEM (Ciencias, Ingeniería, Tecnología y Matemáticas), es decir, hay más hombres, inscritos, que participan en clase y congresos, que terminan la carrera, que publican, profesores e investigadores. Empezamos a idear qué llevaríamos, le recordé el logo del rinoceronte de nuestro posgrado. De ahí, ella propuso hacerla Rina.

Guardé mis Sharpies, dos cartones y una cinta doble cara. El resto lo compró AlC, que incluía diamantina verde y morada, resistol y las impresiones del rinoceronte. Nos vimos el martes a las 4pm para hacer nuestros carteles y dar luz a Rina. En una esquina de Lotería nos acomodamos. AlC terminó la primera Rina, con sus uñas, boca pintada y sombra de ojos. Pero, como no escogimos el mejor lugar para abrir los empaques de diamantina, Rina decidió volar impulsada por el remolino que se hace en esa esquina.

Terminamos las Rinas, con todo y su paliacate verde, y nos unimos a la gran marea. Estuvimos compartiendo nuestras ubicaciones con Bia, aunque no logramos alcanzarnos. Pegamos carteles y documentamos. En una ocasión nos tomaron fotos. La fotógrafa estaba lista para el clic, esperando a que usáramos el resistol, es que estamos buscando la brocha. Para la próxima no olvidar guardar una bolsa para la brocha después de usarla. La mayoría de las policías que vimos ya tenían sus flores.

En el embudo de Juarez, las fotógrafas nos decían: volteen para acá junto con sus carteles. Cruzamos Eje Central, después de ver a las chicas de danza. Que increíble venir con todas ellas al Centro, pensé. La primera corrida nos tomó por sorpresa. Primero escuché el sonido de los pasos rápidos, alcé la mirada y venían corriendo. Nos replegamos al costado de la calle, lentes en el suelo, unas chicas cayeron. Y no era nada. Seguimos caminando, alguien nos dijo que fuéramos sacando nuestra agua. Por qué, pregunté. Ya están sacando los gases.

Seguimos caminando, aunque ya un poco pensativas. Vimos como alguien quiso provocar una corrida, de la nada. Tranquilas, tranquilas, nos decíamos entre todas. Las policías enfloradas solo veían. Ya eran las 6. Decidimos salirnos de la marea. Avanzamos lo más que pudimos.

Caminamos hasta Regina. Ya sobre esta calle, en lo que llegábamos al hostal, nos ofrecieron lugar en varios bares. Tengo promo de cuatro shots violetas y solo lo miramos como lo haría Miranda Priestly. Ya sentadas y con chela en mano, Bia nos dijo que había llegado al Zócalo pero ya se iba.

De regreso en el metro, las chicas y el color morado predominaban, junto con carteles y brazos con nuestros nombres escritos. Pienso en el privilegio que es estudiar filosofía, que no debería ser así. En lo que significa que una mujer se pueda sentar a leer filosofía de la ciencia y escribir su tesis.

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Laura
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