Me desperté temprano. Quería ir al súper y contestar correos y mensajes antes de que llegara Yol. Es mi día de hacer pendientes domésticos, de descanso, de no trabajar. Agradezco que puedo hacer una pausa de este tipo entre semana y agarrar energía para trabajar viernes y sábado. Salí de bañarme y escuché el canto de una pájara muy cerca. Qué bonito y seguí arreglándome. Mis lentes están cerca de la ventana, me acerqué y me los puse. Ah caray, había una pájara adentro, entre la ventana y la persiana.
Hace más de un mes solicité una constancia a mi posgrado. Envié más de 10 correos. Tampoco contestan el teléfono, para qué molestarme. Entre el home office y sus dos horas de comida, casi nunca están en la oficina. El día que las Estudiantes Organizadas hicimos la intervención en la Unidad de Posgrado, las chicas no pudieron entregar personalmente nuestro pronunciamiento porque no había nadie en la oficina. Sospecho que solo revisa los correos de alumnxs durante la semana que hay comité. He presionado cuando algún compañerx me dice que no ha recibido respuesta y, por lo general, me hacen caso y resuelven el asunto. Pero, ¿quién puede presionar cuando se trata de un trámite mío?
Mis amix del posgrado en Filosofía nos dicen que cómo podemos vivir así. “Copia a todos en el correo”. En la semana, un compañero de cuarto semestre me escribió por una solicitud que envió. “¿No sé si sea prudente llamar por teléfono? ¿Le puedo escribir a la coordinadora”. Ahora digo como lxs de Filosofía: ¡copia a todos! Me platicaron que a ellxs les contestan casi al instante y, si no, el mismo día. Cuando el filósofo me platicó que ya se iba a doctorar, después de felicitarlo, le dije: a ver si alcanzas fecha este semestre. Claro que alcanzó fecha, se doctoró a las dos semanas. En su posgrado no hay que insistir ni exigir un trámite.
Con pena le pedí a Me que si le podía recordar a mi posgrado. Lo hizo dos veces y nada. “Tampoco sé qué onda”. La idea de presentar una queja ante la Defensoría de los derechos universitarios ha estado muy latente las últimas semanas. Al fin vi un correo del posgrado. Era mi constancia. “Por instrucciones de XX, le envío la constancia”. Siempre me ha chocado ese “por instrucciones de”, a quién fuera de la oficina le importa.
En la tarde-noche, después de que fui a dejar a Yol, estuve platicando con mi cotutora. Extrañaba platicar con ella sobre cosas que no tienen que ver con la universidad. Me pidió mi opinión sobre un asunto medio personal. En el pasado, cuando estaba terminando mis créditos de la licenciatura abierta y empezando la tesis, platicábamos mucho sobre nuestras relaciones. “Ven, te invito un café”. Me ha dado muchos consejos y dos de los mejores. Los guardo muy cerca de mí. Me han dado felicidad y tranquilidad, me han ayudado a evitar el arrepentimiento y el “si hubiera”. Los puedo resumir así:
- No sacrifiques lo que quieres ser o hacer por alguien más.
- No guardes nada para después, avienta todo lo que tienes al momento.
Me dio alegría platicar de nuevo con ella. También platicamos de lo pesado que fue para mí el año pasado a nivel personal y que para rematar vinieron asuntos de salud que debí atender a finales y principios de año. “Le has batallado, ¿verdad?”. Pero ya me siento bien, ya me siento yo de nuevo y siento que ahora sí puedo. Tardé en recuperarme. “Es un proceso muy duro en diversos sentidos” y algo más me dijo sobre la racha antes de finalizar la tesis y maestría. “Pero ya casi terminas y llegará tu primavera”.
No solo fue un buen día con buenas noticias, sino que también me di cuenta que en las últimas semanas y meses he sentido alegría la mayor parte del tiempo. Después del dolor, la neblina, la ceguera y la enfermedad, la alegría domina. Sí fue una batalla.
No me espanté cuando vi a la pájara. Abrí más la ventana, esperando que encontrara la salida y seguí alistándome. Pero no se iba, empezó a volar entre la ventana y la persiana. Se ha de estar lastimando y también me agobié. Iba a desayunar, pero ahí me quedé, viéndola. Me acercaba a verla y también me veía. Hace unos meses dejé alpiste en la ventana de la estancia y aborté la misión porque nunca llegaron las aves. Ahora que no había nada de comer y la ventana apenas estaba abierta, había llegado una pájara. Ya estaba pensando en cómo sacarla, ¿la tendré que agarrar con un trapo? Amicha lo confirmó.
Después de una hora, la pájara encontró la salida. Salió tranquilamente por la ventana, se paró por un momento sobre el alféizar y la vi de cerca. Se quedó viendo, como decidiendo para donde volar, y voló.
7 de 2022: No me gusta o no lo sé hacer.
7 de 2021: Ver el futuro.