7/52: La última lluvia

Laura
3 min readMar 16, 2024

Las gotas golpeando la ventana me despertaron. Vi que todavía faltaban dos horas y logré conciliar el sueño. A veces me pasa que ya me quiero levantar de lo emocionante que me resulta la vida. La lluvia seguía por la mañana, acompañada de frío. Cambié el outfit que había preparado, saqué el abrigo gris y pesado y preparé mi té de hierbabuena para llevar.

Unas casas antes de llegar a la Casa, lo vi checando su cel, esperando (¿o escondido?) al lado de unos arbustos. Coincidimos frente a la puerta de cristal y nos presentamos bajo la llovizna. “Qué coincidencia, que el día que llueve empieza el taller de aguas, con aguas”. Tal vez es la última lluvia de la temporada.

Me cayó muy bien y amé que habla con lenguaje inclusivo: amigues, todes. Porque es una cuestión política, no de lo que es “correcto” en un idioma.

Nos explicó por qué el nombre del taller de poesía. Las aguas, la forma, los puentes entre Argentina y México. “No podemos evitar la dinámica de hueva de la ronda de presentaciones”. No éramos tantos, entonces no creo que sea de hueva. Como en la primera sesión del seminario que éramos más de 30, ahí sí puede ser de hueva. De haber sabido hubiera llegado tarde. Esa vez me presenté rápido y me preguntaron más cosas, como mis intereses de investigación y porqué había llegado a ese seminario. Esta vez dije que era filósofa y me caí mal inmediatamente.

Pero ¿qué digo? No sé quién soy. Cada vez me cuesta más trabajo saber quién soy fuera de la filosofía. Decir que estoy haciendo mi doctorado no significa nada fuera de la universidad. Ahora estoy recordando (o reacomodando) antes de que la piel sea gruesa, como la del rinoceronte del posgrado. “Tenemos qué ver tus otros aspectos de la vida”. Como en Buenos Aires, cuando nos conocimos y me preguntó: “¿de dónde sos vos?”. Y después de derretirme un poquito (you had me at hello) dije toda orgullosa: de México. Ay Laura, me dije inmediatamente. “Pero, ¿estás viviendo acá?”. (Uf, qué fantasía). Le platiqué qué estaba haciendo en Buenos Aires, lo que implicaba decirle que soy filósofa, quería y no quería decirle. Le dije y entonces, también, me caí un poco mal.

Comenté que cada vez me cuesta más trabajo salirme de las formas rigurosas de la filosofía, todo lo quiero leer bajo esa óptica, hasta mis mails. La forma de argumentar, no puedes hacer afirmaciones a la ligera. “No estás escribiendo una novela donde le dejas pistas al lector”, me dijo la doctora cuando le entregué el primer borrador general de la tesis. En la línea verde, íbamos recargadas en la puerta que no abre y E me platicaba de cómo se da cuenta que le molesta cuando lee un libro (no filosófico) y afirman cualquier cosa sin más. Luego se acuerda de que no todo es filosofía analítica. En un taller que tomamos de la Defensoría de los Derechos Universitarios, un también asistente nos sugirió utilizar recursos literarios para escribir la tesis. Las dos contestamos al unísono: no. Sabemos que estamos escribiendo filosofía, no literatura. Siempre digo que la filosofía me ha dado muchas cosas, pero también me ha quitado otras. Ahora no me estoy dejando o estoy compensando.

Ando descubriendo quién soy. Semanas después comprobamos que, efectivamente, fue la última lluvia de la temporada.

7 de 2023: Tu primavera.

PD. Borré la primera versión de este medium por equivocación. Espero que esta segunda versión haya quedado (casi) igual.

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