Lo que menos me gusta de las labores del hogar es trapear. Limpiar la estufa me gusta, creo que el quitagrasa es mi limpiador favorito. No me gusta que por más que limpie la tarja no brilla. Necesita ser remplazada, pero esa no es mi responsabilidad. Solo rento y, aunque me encanta vivir en Filipinas, no me quiero quedar mucho tiempo. Ya tengo que empezar a planear qué haré el año entre que termino la maestría y empiezo el doctorado.
Ayer trapeé. Antes le echaba mucho Pinol, hasta que me sienta mareada, bromeaba, sino no se limpia. Aproveché para guardar mis botas de invierno. Este año las usé a la menor provocación. Después de que el Covid dejó mi cuerpo, mi querida amiga AlC me propuso ir por unas chelas. Yo sabía que estaba muy arreglada para ir a una taberna, pero pensé llevo varios días en pants. Guardé las vaqueras altas que me puse ese día y las de suela de madera que hacen mucho ruido cuando bajo las escaleras. Vas a despertar a mis vecinos, me dijo en broma En. Las limpié y guardé en una caja, hasta el próximo invierno.
Ya había guardado las cobijas, que poco a poco fui quitando de mi cama. También guardé las sábanas gruesas. Lavé y guardé las playeras de manga larga para dormir, así como un chal y un gorro. Me falta guardar mis bufandas, entre ellas una que no he podido estrenar. Necesita más frío.
El cambio de clima llegó abruptamente. La señora de la lavandería me hizo notar que el calor ahora no llegó de forma paulatina. Imagínate, Lau, cómo va a estar en mayo. Los cambios que no ves venir. Sigo procesando cómo todo cambio de diciembre a enero, fue en picada.
No tuve frío en diciembre, tuve todo para sentirme calientita. Ahora con el calor, tengo frío a mediodía, es que da miedo, es que lastima. Diciembre fue cuando no me cuestionaba lo que estaba pasando, no había necesidad, hasta un día anoté en mi diario que me sentía muy feliz, que no olvidara ese momento. Guardé la ropa de invierno junto con esos momentos de felicidad o lo que sea que esa maravilla haya sido.
