Quedé de verme con Ber en la Cineteca. Me puse la venda azul en la rodilla. Recién dejó de dolerme, pero quiero ser precavida, no forzarla en la caminata. Había más gente de lo normal afuera de las dos puertas del hospital. Crucé la calle junto a los médicos. Entré a la Cineteca y me senté.
La reconocí por la playera blanca con rayas horizontales negras. Esa es Ber, siempra tan punk. Usa una férula y bastón porque tuvo un percance hace poco en la moto. ¿Y a ti que te pasó?, mi Lau. Nada, creo que están llegando los síntomas de la edad y nos reímos. Cuando nos conocimos, las dos estábamos rapadas. Nos hicimos amigas desde el primer día del curso de alemán. Ella también estudiaba en la Fac de Filos, se licenció como historiadora. Saliendo de la clase de alemán, caminábamos juntas al metro Zócalo.
Platicamos de lo horrible que fue hacer la maestría en línea. Ella también debe titularse este año. Además, hablamos de la presión académica más la factura emocional que apenas llegó de la pandemia. Es que no da tiempo para llorar, me dijo después de que platicamos sobre todo lo que nos falta.
Porque no es una lloradita. No es sí puedo con todo, pero primero voy a llorar, como dicen los memes. Más bien es tengo que poder con todo mientras lloro. Cuando entregué el avance de tesis correspondiente a esas semanas, me dieron ganas de escribir en el correo dirigido al comité tutorial: lo escribí mientras lloraba.
Lloré frente a la compu, mientras lavaba los trastes, a veces cuando salía a caminar. Los lentes de sol me ayudaban a esconderme. Me chocaba tener que limpiar la marca de las gotas en mis anteojos. Se secan y quedan pegadas. También tuve listos los hielos en el congelador para calmar la piel roja alrededor de los ojos. Compré gotas para los ojos. Me enchinaba las pestañas después, y no antes, de la terapia.
¿Por qué no te enojas? Pareces que te has contenido estos meses. No quise llorar más frente a él. Tu malestar de estómago y tu alegría por el título también son importantes. No vi el punto de compartir eso con él.
Estuve desvelada, no cruda. En las últimas tres noches he dormido como 15 horas. He estado despertando en la noche. Anteayer llegué a las 5am a Filipinas, la maldición gitana. El lunes y miércoles nos corrieron de los bares. Pues que ambiente en lunes de no quincena. Me fui, no a evadir, sino a no pensar, porque sí lo extraño y me enredo.
Ayer hablé de mi tesis frente a mis tutoras. Tengo que distinguir entre signo y síntoma. Quiero que me lean los neuro, en especial, el neuropsiquiatra que solo sabe de mi existencia por dos correos que le enviaron mi tutora y el profe de Neurociencia Cognitiva. Tienes que usar claramante el lenguaje médico, que no piensen que eres ingenua. Qué ingenua fui al sentir que podía estar con él. Es que no me conoces. Pero sí te conozco, pensé durante nuestro último desayuno juntos. Semanas después, después de una conversación por teléfono, me quedé pensando de quien me había enamorado, si era la misma persona. Solo te mostró otro lado de él, todos tenemos varios lados, me explicó la psicóloga. Sentí horrible cuando me platicó que cede mucho para tener sexo. Como sea me deja tranquila saber que fui solita, porque yo quería, a su depa.
Debo hacer esa distinción. Kae Tempest dice: Your loneliness is the symptom, not the sickness. El signo es lo que se puede medir, el síntoma es lo que se tiene que creer. El dolor es un síntoma. No sé qué es lo que me duele más. El síntoma de extrañarlo, el signo de quererlo. ¿O será al revés?