38/52: Retinosquisis: 2. En la mañana de los magos

Laura
7 min readNov 6, 2022
Una representación de mi ojo izquierdo por la doctora A.

La doctora L. me había dicho que entrara por Chimalpopoca. Al llegar escuché: “papeles en mano, con su acompañante y su prueba covid si es internación”. Me acerqué a la mujer enfundada en ropa azul y le enseñé mi pase de Retina, piso 3 de Hospitalización. “Tienes que entrar por Eje Central”. La fila casi llegaba a la esquina, pero a las 7 en punto empezó a avanzar. Vieron mi pase y me dijeron cómo llegar.

Una vez dentro del edificio, usamos el elevador para público general y llegamos al tercer piso. Unos sillones cafés y ventanas dominan la sala de espera. Fui a recepción a preguntar. Atravesé las puertas de cristal, estaban abiertas y así lo estuvieron todas las veces que pasé por ahí en el resto del día. La recepcionista acomodó mi pase y me dijo “ahorita que lleguen los doctores la llaman”.

Algunos sillones estaban apartados. Uno con una gorra y otro con un carnet de citas. Le dije a Yoli: siéntate, si llega la persona, pues ya te paras. Se sentó en el sillón de la gorra. A los minutos llegó el de la gorra y recogió todas sus cosas, incluida una bolsa transparente con ropa y atravesó las puertas de cristal. No regresó. Entonces, me senté al lado de Yoli, en la orillita, pues el silón era individual, pero cabíamos bien.

Entonces, por la recepción, alcancé a ver a la doctora L. con un uniforme amarillo fosfo, que también me encantó. Venía hacía mí, pero no sabía si me había reconocido. Por el cubrebocas, solo levanté las cejas, tontamente. “¿Cómo estás?”, me dijo. Se veía cansada, tal vez acababa de llegar, despertar o salir de clases.

  • ¿Traes la hojita que te di ayer?
  • Sí, ya la entregué en recepción.

Ya se iba, pero volteó para preguntarme “recuérdame tu apellido”. Regresó con noticias: “Te voy a poner las gotas y en 10 minutos te ponemos las otras. Ya no tardan los doctores”. Me gustó que me reconociera sin problema. “Claro que se acuerdan de ti”, me dijo Y. Y más porque lloré, complementé, y nos reímos.

Llegaron más personas. Algunas con bolsas de plástico transparente con ropa, otras en silla de ruedas, otras con un parche en algún ojo, otras con lentes oscuros. Es bastante dramático. Entre que agradeces que no eres tú y que aumenta el nerviosismo ante su posibilidad.

Otra doctora me puso las siguientes gotas. Ya no me pareció tan desagradable, aunque la sensación de sabor amargo en la garganta se repitió. Siento la gota hasta en la garganta, le dije a Y. A los minutos otro doctor dijo mientras leía de una hojita: “Clara García” y pregunté: ¿Laura García?. Volvió a leer su hojita y rectificó: Laura. Le dije que ya me habían puesto las dos gotas. “Ah bueno” y se fue.

Se abrieron las puertas del elevador y salió la doctora A. Hice el mismo gesto tonto de levantar las cejas. Se acercó a saludarme. “¿Cómo estás?”. Ya mejor, ya me pusieron las dos gotas. “Perfecto, ya no deben de tardar los doctores”. Si acaso eran 7.35am. Sentí extraño que no tuviera un parche ni estuviera en una silla de ruedas ni usara lentes oscuros ni mi acompañante llevara una bolsa con mi cambio de ropa y, que aun así, todos se acercaran conmigo.

Eran 7.50am y el movimiento se incrementó. Salió de nuevo la doctora A. y revisó mis ojos. “Te voy a poner una gota más para que dilate bien. Perdón por la incomodidad. Ya casi viene el doctor adscrito”.

A las 8 en punto me llamaron. Me levanté casi de un brinco, entre emoción y nervios. Me pasaron a un cuarto sin luz, donde solo había una silla al centro. Había varios doctores, alcancé a distinguir al adscrito por el color de su uniforme y al R4, que me saludó. La doctora A. me dijo que me sentara. El adscrito se colocó el que creo es el oftalmoscopio y me preguntó: “¿Cuántos años tienes?”, como lo hicieron todos los médicos que me revisaron. Pidió que presentaran a la paciente y la doctora A. lo hizo.

  • Tiene una graduación alta y no hay afectación en su vista, es 20/20.
  • ¿Y cuál fue el motivo de su consulta?
  • Solo venía a cambiar su graduación.

El adscrito me dijo “te voy a revisar” y me pidió que moviera los ojos: “hacia tu hombre, como si quisieras ver tu cabello” o tocaba suavemente la parte lateral de mi frente. Sentí la sutileza de sus movimientos, no sentía el aire moverse. Los otros doctores no me lastimaron, pero con el adscrito sentí como si me tocara algo suave, apenas un toque en el hombro, en la sien. Como en Crouching Tiger, Hidden Dragon, cuando están sobre los árboles. No se escuchaba ni un riudo, ni el roce de la bata del adscrito. Apenas sentía que se cortaba el aire alrededor, no sentía que moviera los brazos ni las manos. Como un mago, en la mañana de los magos. Entendía adónde tenía que mover los ojos. Solo veía la luz sobre mis ojos. Por un momento, hasta llegué a ver el espejo con el que creo reflejan la luz, que vi sin que me molestara. No supe el nombre del adscrito, solo alcancé a ver el clip en forma de anteojos que llevaba en su bata.

Es una retinosquisis reticular en ambos ojos. Más profunda (creo que ese fue el adjetivo) en el ojo izquierdo, donde también hay un hoyito, pero como no afecta (imperceptible), no hay problema.

Algunos médicos hicieron preguntas. Se escuchó murmullo. Escuché al R4 decirle a alguien: “te dije que era una esquisis”. El adscrito contestó las preguntas y finalizó diciendo: “se ve muy clara, se ve bonita”. Quitó la luz y el espejo. Me dijo: “es una detección muy temprana y hay tratamiento. Las posibilidades de que se desprenda tu retina después del tratamiento es de .0001%”. Me puse los lentes y dije: qué bueno, gracias. Hasta me llevé las manos al pecho, mientras los doctores me observaban y tomaban notas. El R4 me dijo:

  • Ayer estabas muy estresada.
  • Es que sí me espanté.

Cómo no iba a llorar después de las conversaciones que escuché entre los cuatro doctores que me revisaron. Además de mi nerviosismo por mis ojos, como Rachel Green. Me alejo de los paraguas porque tengo la sensación de que me pueden picar los ojos y porque sé que no veo. Hace unos años asumí que mi graduación seguirá cambiando, como pasó con la de mi papá durante toda su vida.

“Con el láser será suficiente”, siguió el R4, y volteó a ver al adscrito, quien afirmó lo del láser. Se dirigió al R4 y a la doctora A.: “con el láser para sellar, que no crezcan más las heridas de ambos ojos ni el hoyito del ojo izquierdo y ya solo revisión cada año para ver que todo siga bien”.

Entonces, otro doctor R4 aprovechó para preguntarme si podía ver mis ojos. Qué le podía decir y de nuevo la luz. No puedes evitar sentirte como un instrumento aunque sea con fines educativos y, en este caso, como venada lampareada. Solo vio mi ojo izquierdo, el que tiene el daño más grande, el ojo que todos quieren ver. Me dieron las gracias y el adscrito me repitió: “no te preocupes, tus ojos van a estar bien”.

La doctora A. me pidió que saliera y la esperara. Siguieron hablando el adscrito, el R4 y ella, mientras salía el resto de los médicos. Desde ahí busqué a Y. Me vio y solo levanté el pulgar, otra vez tontamente, porque de verdad sentí alivio. Una noche antes ya me había hecho a la idea de que recibiría el láser.

Salió la doctora A. y me acompañó a la sala de espera. Me explicó que, efectivamente, me pondrían el láser. “¿Traes cómo [cierta cantidad de dinero]?”, me preguntó. Pensé en la tarjeta de crédito y le dije que sí.

Ahorita bajamos y espérame en los consultorios de planta baja. Vamos a ver quién estará en láser hoy para explicarle tu condición y que de una vez pases a láser.

Me dijo mientras se miró al espejo y se acomodó el cabello. ¿A qué hora llegarán, dormirán ahí? Le expliqué rápido a Y., mientras la doctora A. apretó el botón del elevador. Bajamos las tres juntas. “El láser es el tratamiento y es más por paz mental, para asegurarnos de que las heridas no sigan creciendo. Esto fue un hallazgo porque tu visión no está afectada”, nos explicó mientras decendíamos. Pensaba en la lógica abductiva que nos enseño la Dra. AAL y en su artículo sobre el tipo de razonamiento que tienen los médicos cuando hacen un diagnóstico. Encontrar una explicación posible ante un suceso extraño o anómalo.

Dejé de preguntarme cuál será la causa. Le di vueltas a que tal vez me tallé mucho los ojos, los años en que usé lentes de contacto, me tardé en cambiar mi graduación, usé algún maquillaje caducado, no duermo lo suficiente, me dio mucha luz directamente, me entró jabón al ojo, usé unas gotas dañinas. Me explicaron que son cambios en mis retinas. Dejé de preguntarme porque el diagnóstico sí me ha dado un sentido de que, efectivamente, mi miopía es alta, de que no tengo agudeza visual, de que es extraño que siga aumentando mi graduación. No es mi imaginación.

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