35/52: Retinosquisis: 1. ¿Ves flashes?

Laura
8 min readOct 5, 2022

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Cuando me dijeron que el tratamiento sería con láser.

El día que agendé la cita me dieron las instrucciones. “Necesita presentarse con un acompañante”. Pregunté si era necesario, la paciente es mayor de edad, respondí. “Sí, le van a dilatar la pupila y momentáneamente verá borroso”. Porqué me van a dilatar la pupila, qué necesidad hay, pensé. Tal vez es mi miedo a que me operen los ojos o a que me los toquen, como Rachel en Friends.

¿Cuál es el motivo de su consulta? Cambiar mi graduación, hace tres años que me hice el examen. Hace dos semanas, me dolió la cabeza. Había dormido y comido bien, así que me quedé pensando en mis anteojos que, además, ya quiero cambiar.

La doctora me pidió que leyera las letras sin lentes. No, mija, no se va a poder. Me hizo la prueba de cuántos dedos veía sin lentes. Después de revisarme y mientras me pasaba las letras, me preguntó: “con tus lentes, ¿has tenido vista del 100%?”. No supe qué contestar, sí veo, pero no creo que al 100 porque luego me mareo con la graduación, le dije. Después de varios: mejor en uno o dos, de distorsionar letras y escuchar cómo sobreponía las lentillas, me dijo “así quedarían tus lentes”. Solo dije wow.

Después me preguntó si venía acompañada. “¿Vas a manejar? Ok, entonces sí te pueden poner las gotas para dilatar la pupila”. Después de las dos gotas y los 10 minutos de separación entre una y otra, ya no veía. Veía acuoso y las partes luminosas de la sala de espera me molestaban. Ahí estuvimos, Y. y yo platicando, le decía que ya tenía hambre, inanición, y nos reíamos. Pero como pensamos que el ir al Toks de la vuelta ya estaba cerca, mantuvimos el buen humor.

¿Te acuerdas cuando me hablaste para que fuera por ti al hospital? Por su edad, Y. tenía citas de rutina en el área de oftalmología. Siempre le decían que salía bien en las pruebas, más allá de no ver de cerca por la edad. “Mi papá siempre vio bien, también”, me dijo. Esa vez me habló porque le habían dilatado la pupila para examinarla. Me preocupé, cualquier llamada desde el hospital lo hace. Me fui corriendo y cuando llegué me dio risa, aunque no me reí, porque la vi muy seria sentada viendo a la nada con los ojos muy abiertos. Como el señor Burns, le dije y nos reímos.

Ahora pienso que mi miedo y negativa a operarme de la miopía es esperar. Esperar mientras te hacen los estudios para ver si eres candidata.

Me habló de nuevo la doctora L. Me puso el lente-cono directamente en el ojo. Ella me veía del otro lado de la luz de la máquina. Me pidió que moviera el ojo hacia arriba y abajo, derecha y luego izquierda. “¿A veces ves flashes?”, me preguntó. Me quedé en silencio, pensé ¿tú no?. Le respondí: a veces, muy de vez en cuando. Creía que eran reflejos por mis anteojos. No me dijo nada y pasó al siguiente ojo.

Me quitó el lente, “descansa un poco, va a venir otra doctora a revisarte”. Me separé de la máquina y alcancé a distinguir a la doctora L. a lo lejos, gracias a su uniforme rosa, que obviamente me encantó, hablando con otra doctora. Me preocupé un poco, pero no imaginé lo que vendría.

Llegó la doctora A. Se presentó y mientras me colocaba el lente-cono, la doctora L. le explicaba lo que había visto. Escuché fragmentos.

  • Veo la separación. Veo el hoyo, aunque no sé si es el líquido o si el líquido ya entró.
  • No estoy segura del desprendimiento. Es en MIII y en MVII.
  • ¿En ambos ojos?
  • Nunca había visto algo así, lo veo en forma de espiral. (Mientras la doctora L. hacía una m minúscula con su mano).
  • Es una diálisis.

Me preocupé, imaginé qué pasaría si perdiera la vista. Pero estoy escribiendo mi tesis, tristemente fue lo primero que pensé. Tengo que avisarle a mis tutoras, tengo que trabajar, tengo que escribirle a mi manager. La doctora L., que ahora sé es R1, le hacía preguntas a la doctora A. (supongo R2 o R3) sobre cómo debían verse los vasos sanguíneos.

Hace algunos años, una sesión del seminario de Epistemología de las Ciencias de la Salud estuvo dedicada a la formación médica, desde cómo ingresan a la Facultad de Medicina hasta el proceso para ingresar a la especialidad. Se habló de mejores promedios, de lasallecita de la UNAM, del examen para residentes y de lo estricto que es su formación. Ahí me enteré del rango de los residentes, del R1 hasta el R4, R5 o los años que requiera la especialidad.

Llegó una tercera doctora a corroborar y otra vez escuché “nunca había visto una así”. Para entonces ya había asumido el papel de paciente, entonces ¿qué le puedes reclamar al médico/a? Siguieron conversando las dos primeras doctoras. De nuevo, solo escuchaba fragmentos:

  • Hay que hablar a la especialidad de Retina.
  • No, porque se van a tardar una semana en darle cita y otra en hacerle los estudios. Mejor pásala directo a Retina, pero de hospitalización.
  • Llámale al R4 para que baje a revisarla de una vez.

Entonces lloré y me limpié las lágrimas. Las doctoras me dijeron que no me preocupara, que no era grave (a pesar de lo que escuché), pero querían que otro médico me revisara. Se esforzaron por tranquilizarme y respiré. Salí del consultorio limpiándome las lágrimas.

A la media hora me hablaron de nuevo, pues el R4 había bajado. Se presentó, pero no escuché su nombre. Tampoco alcancé a ver su cara, entre las gotas para dilatar la pupila y la luz del aparato en su cabeza, me era imposible. Solo alcancé a ver sus anteojos redondos negros. “¿Te puedo revisar?”. Antes de revisarme, le pidió a la doctora A. que presentara a la paciente: mujer con miopía alta en ambos ojos, no tiene antecedentes familiares de glaucoma ni otras enfermedades.

Le pregunté a Y. si su mamá había tenido glaucoma u otra enfermedad ocular por la diabetes avanzada que tenía. La última vez que la vio trató de ver unos papeles. Los acercó mucho a su cara, casi pegados, y de lado. La última vez que habló con ella, antes de que falleciera, le dijo que ya no veía, que solo escuchaba la tele.

  • ¿Y de qué murió?
  • Me dijeron que por viejita.
  • Hay que ir a Matamoros a investigar porque su expediente médico no puede decir que falleció por la edad. Y también para saber si tenía algo en los ojos.

Me costó trabajo ver hacia los lados. “Por favor, inténtalo, necesito ver tus ojos”, me pidió el R4. Mientras me revisaba le hacía preguntas a la doctora A.

Cuál es tu diagnóstico y cuál sería tu diagnóstico diferencial y cuáles son los signos, son tres, y qué pruebas harías.

Hablaban de células, fotosensibilidad y neurotransmisores. Recordaba mis clases de Neurociencia Cognitiva y cómo las preguntas sobre los ojos fueron difíciles, entre conos y bastones, estabilidad visual, la mácula y cómo era la transmisión de información al lóbulo occipital.

  • Es una esquisis.
  • Pero es una paciente joven. (Desde ese momento, todos los doctores que me revisaron estuvieron muy interesados en mi edad).
  • Hay una esquisis del adulto joven. Y hay un agujero en el ojo izquierdo, pero es muy pequeño. ¿Cuál fue el motivo de su consulta?
  • Revisión de su graduación.
  • ¿Cuál es su visión? ¿Tiene problemas de visión periférica?
  • No. Su visión es 20/20.
  • Ok, es un caso extraño. Sí, mándala mañana a Retina para que la revise y corrobore el diagnóstico el Dr. nombre imperceptible (pero que llamaré adscrito).

Volteó de nuevo hacia mí: “¿vives en el DF?”.

  • Entonces sí, mañana de una vez que la revisen allá arriba. Cítenla a las 7.30, mejor 7.15. ¿Con quién tienen clase mañana? (…) Ah ok, díganle que yo las mandé llamar.

No me aguanté y volví a llorar. Estaba asustada, cansada de mover los ojos y tenía hambre.

  • ¿Por qué lloras?
  • Tengo miedo.
  • ¿De qué tienes miedo?

Me limpiaba las lágrimas mientras respondía al R4. Me descosí un poco. Si alguien lleva la cuenta de este año, puede sumar un hospital de oftalmología a la lista de lugares donde he llorado. Le dije mi miedo y lo que me pone nerviosa. “Pero eso es algo que tú tienes que trabajar”. En ese momento levanté la mirada para verlo, me seguía deslumbrando la luz y la pupila dilatada no ayudaba, pero como ya había asumido mi papel de paciente en esa relación jerárquica de médico-paciente, no le dije que aquí yo era la filósofa y guardé silencio. “Es una detección muy temprana, antes de que presentes síntomas, y hay tratamiento para que no siga creciendo. No te preocupes, necesitamos corroborar el diagnóstico porque es un caso extraño”, me explicó. Le repitió las instrucciones a las doctoras, se despidió de todas, incluyéndome, y me dijo: “nos vemos mañana para revisarte”.

Mientras la Dra. L. me hacía el pase de Retina para el día siguiente, la Dra. A. me explicó: “son cambios en tu retina”. Encontró unas fotos de otros ojos sobre el escritorio. Eran una líneas de diferente grosor con una protuberancia. “Esta es la retina, son como las capas de un pastel”. Pensé en que sería un ejemplo de metáfora cognitiva para amicha. “Y detectamos una separación en tu retina. El láser es como poner un parche para que no siga creciendo. Mañana te va a revisar el adscrito, el mero mero. Otros doctores y yo vamos a estar ahí con fines educativos”. Sabía que se refería a las rondas de la mañana. Me sentí más tranquila, pero igual de sorprendida por toda la atención hacia mis retinas.

La Dra. L. me dio el pase y más instrucciones para entrar por la puerta correcta al hospital y subir al tercer piso. “Si te pierdes o algo, te dejo mi celular. Y no te preocupes, es algo común en graduaciones altas como la tuya, por la deformación que sufre el ojo”. Me platicó que ella también es miope, aunque miope operada. Hasta me dieron ganas de abrazarla. Sentí su responsabilidad genuina y sincera, tal vez incrementada por mis lágrimas. También me dio mi graduación, aunque le dije a Y. que mañana pasáramos a la óptica, ahorita ni me veo.

Nos fuimos, por fin, a la promesa de comer al Toks de la vuelta. Veo lo suficiente para desplazarme, pero no veo los detalles. Me agarró del brazo. Me hubiera traído mis lentes oscuros. La sucursal de Bolívar está muy bonita, amplia y de techos altos. Platicamos sobre las pacas y el caos de los automovilistas conforme te acercas al Centro. Le platiqué que el día del grito llegamos hasta Plaza Tlaxcoaque, “¿hasta acá?”. Sí, es que no reconocí dónde tenía que dar vuelta. En Pino Suárez no veía los letreros, pero me acordé por las veces que cambié de línea ahí para ir a la Juárez. Fuimos lento.

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Laura
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